Mientras que los espacios de reunión vuelven a llenarse y los esquemas de vacunación avanzan, muchas personas se sienten incapaces de salir de sus casas. Los sentimientos agorafóbicos son cada vez más comunes y tejer de nuevo las habilidades sociales perdidas en el encierro no será sencillo.
Antes de que llegara el COVID-19, el miedo irracional a los lugares abarrotados o la idea de salir de su casa probablemente se atribuiría a una forma de agorafobia. Pero en 2020, todos esos miedos antes irracionales se volvieron racionales cuando quedarse en casa fue un mandato gubernamental y una estrategia de supervivencia contra el virus. Sin embargo, la vacunación avanza y a medida que las personas pasan de vivir encerradas a volver a ver a sus familias, amistades y colegas, muchas se ponen ansiosas y deciden continuar en cuarentena.
Algunos le llaman “síndrome de la cabaña”, que consiste en experimentar ansiedad al salir de casa, y aunque no es un diagnóstico admitido por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (de Estados Unidos) o la OMS, es una experiencia que se hace cada vez más evidente tras año y medio de pandemia.
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Algunas investigaciones sugieren que esa sensación de incomodidad al regresar a las interacciones presenciales son más comunes de lo que creemos, y que es una manifestación del estrés después de un evento traumático (en este caso, una pandemia mundial y un encierro de meses, con sus diversas consecuencias).
Un estudio realizado por la Asociación Estadounidense de Psicología sobre el estrés, publicado a un año de la pandemia, en marzo de 2021, calculó que el 49 % de los adultos encuestados anticiparon sentirse incómodos al regresar a las interacciones en persona cuando termine la pandemia. Lo curioso tal vez es que el 48 % de quienes dijeron sentirse incómodos ya estaban vacunados contra el COVID-19. La investigación también calcula que tres de cada cuatro adultos reportaron un alto grado de estrés en el confinamiento.
En mayo de 2020, apenas unos meses entrados en pandemia, científicos de la Universidad de Columbia Británica publicaron un estudio en la revista Anxiety, en donde calculaban que las tensiones y pérdidas que vivimos afectarán seriamente la salud psicológica. Basados en conclusiones previas sobre estrés causado por desastres naturales, encontraron que el 10 % de las personas desarrollarían problemas psicológicos graves, como trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad o trastorno de estrés postraumático (PTSD, por su siglas en inglés). Pero el porcentaje podría ser mucho mayor.
A raíz del brote de SARS en 2003, varias personas desarrollaron PTSD. Un anáisis de seguimiento de cuatro años de setenta sobrevivientes de SARS, por ejemplo, determinó que el 44 % desarrolló PTSD. Incluso después de recuperarse del SARS, el trastorno de estrés postraumático persistió durante años en casi todos (82 %) de estos pacientes. Los síntomas del PTSD tendían a ser más severos en personas que tenían una alta amenaza de vida percibida (como personas pobres), bajo apoyo social, más parientes cercanos que sufrían o murieron a causa del SARS, que estaban en relaciones abusivas o coercitivas.
Los psiquiatras Steven Taylor y Gordon Asmundson también sospecharon que, una vez “aflojara” el encierro podría haber un aumento de hikikomori, un síndrome ligeramente similar a la agorafobia descrito por el psicólogo japonés Tamaki Saito, en 2010, como “un retraimiento social severo que dura seis meses o más”, que describe a las personas que, gracias a los avances tecnológicos, llevan una vida solitaria pero relativamente funcional desde el encierro en sus casas: “Es probable que COVID-19 aumente la prevalencia de hikikomori, ya que las personas ansiosas por su salud se retiran de un mundo exterior contaminado por el coronavirus a la seguridad de sus apartamentos u hogares. Hay tendencias, incluso antes del COVID-19, de que las personas trabajen cada vez más desde casa, vean películas en casa en lugar de ir al cine, compren en línea en lugar de ir a las tiendas, y pidan domicilios en vez de ir a restaurantes”, escriben los autores.
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Reproducido por Esperanza Herrera
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